Hay curitas dificiles de desprender.
Es como si uno quisiera mantener la herida abierta.
Con la falsa promesa de... ¿qué?
De niña eso nunca pasaba.
La única razón que me gustaban las heridas,
era por el grano que podía arrancar después.
O quizás me equivoco.
Quizás siempre me han gustado.
Florecen mi lado masoquista.
Pero por más que tratara de preservarlas
grano tras grano;
las heridas se rehusaban a ser eternas.
Poco a poco cesaba la sangre,
poco a poco la carne suplantaba el vacío.
Y por más que buscara reabrirla... ya era tarde.
Si bien no era la misma piel;
se había curado.
Verá, entonces caballero:
me encantaría seguir arrancando granos,
pero la verdad ya estoy cansada.
Al parecer,
y sin querer,
resulta que estoy curada.
Para todo aquel que alguna vez fue una espina que hirió el alma de otra persona.
ResponderEliminarPara él, el olvido duele más que el rencor.