Me agobia no saber lo que pasa.
Y más todavía no tener el hilo de pensamiento adecuado para descifrarlo.
Sigo aquí sentada frente al monitor, casi por 72 horas seguidas que se me escapan volando y no logro hacer nada.
El trabajo de siempre, me aguarda (cada vez más estresado) estrellándose contra la ventana a la par mía.
Me recuerdan a los pajarillos de mi infancia.
Entraban en la casa y quedaban atrapados.
Cuando se percataban de ello se golpeaban insesantemente contra la ventana.
No entendían que había un vidrio de por medio. Y muchas veces se mataban en la desesperación por escapar. Sin entender nunca que no era su imaginación; que sus ojos ciertamente lo engañaban y que algo evidentemente se estaba interponiendo entre ellos y su añorada libertad.
Quizás sea yo ese pajarillo...
Que veo tan próximo un destino y no entiendo que hay un vidrio de por medio. Y me golpeo frenéticamente contra esa fuerza invisible que no logro comprender y sigo optando por el intento estúpido y suicida de golpearme contra ella.
Pobres pajarillos; muertes más terribles debieron ser esas.
Nunca entendí su desesperación hasta hoy.
Pero volviendo a la suposición que fuera yo soy esa ave. y hubiera entre mi cometido y yo un obstáculo invisible...¿cuál sería mi solución?¿quedarme atrapada?
Buscar una salida sería lo más sensato... es decir de alguna manera llegué ahí.
¿Pero si devolverse no fuera una opción? y que haya sido precisamente el tiempo el que me haya traido aquí.
¿cómo devolverme?... hasta dónde yo sé hacer eso todavía es parte de una fantasía de la ciencia ficción. Y realmente no me atrae ese pensamiento involutivo de rehacer mis errores.
Me quedo entonces ahí sentada... con mi ansiedad disfrazada de paciencia, como una niña confundida con la mirada perdida.
Me arreglaría mi enagua y trataría de descifrar lo que sucede.
Es estúpido golpearme contra el vidrio... eso lo aprendí del pajarillo muerto que sostengo en la mano. Mientras tanto el tiempo me susurra constantemente que soy mortal y no es un lujo del que me pueda deleitar. El reloj se jacta de su importancia y me rodea frenéticamente con su tedioso tic tac tic tac.
En verdad es estúpido golpearme contra el viento... eso lo habré aprendido de aquel pajarillo muerto.
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